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El inicio de esta historia se ubica en los remotos tiempos de…. 6 semanas atrás. Irrespetando totalmente el plan formal de venir en verano, dando un tiempo prudente al experimento de la visa, y haciendo gala de su más grande atributo (ejem, impulsividad, ejem), la loca de mi mamá decidió comprar tiquetes a España para la segunda semana de diciembre. Y no fue uno, ni fueron dos… ¡fueron 4! Porque se empacó a la “niña de la casa” (AKA: hermana menor de 23 años).

Como vivimos en un mundo moderno e hiperconectado, la decisión me fue comunicada por whatsapp.
Mamá: Llego a Madrid el 9 de diciembre.

Mamá: A las 6 de la mañana.

Mamá: Con Camila.

Manuela: *carita de ojos abiertos**carita de ojos abiertos**carita de ojos abiertos*

Manuela: ¿¿¿QUÉ??? ¡¿¿EN SERIO??!

 

madrid_sin_visaMamá: Sí!! *carita feliz*

Manuela: ¿Firmaron el acuerdo entonces?

Mamá: Todavía no.

Manuela: jajajajaja (risa nerviosa)…. Qué “loquita”…. ¿Y ENTONCES?

Manuela: mamá, ¿estás segura de lo que hiciste? ¡¿Esa es la decisión de un adulto responsable?…!

Manuela: ¿ERES UN ADULTO RESPONSABLE?! (sobreactuada)

Mamá: *Carita feliz* *Carita sacando la lengua* *Mico tapándose los ojos* *Guiño* *Guiño*.

Esa fue, en hecho, la respuesta del adulto responsable.

Así pues, vivimos los 35 días siguientes en la tensión de la emoción contenida, haciendo planes bajo cuerda y un poco preocupados por la firma de un acuerdo que llevaba años en proceso, con mucha promesa y pocos resultados. Hasta que llegó el 3 de diciembre, y al minuto de haber sido transmitida la noticia, recibí unos diez mensajes con fotos, links a noticias y al video de la firma en Bruselas. Ese miércoles celebramos, el jueves leímos un par de testimonios desalentadores y para el viernes ya la maleta estaba a medio armar.

A todas estas, el segundo adulto al mando (AKA: el papá), quien se encarga de la parte legal de las decisiones “peculiares” de las 3 mujeres de la casa (tipo “me voy a trabajar a India”) ya tenía listas las carpetas respectivas con cuanto papel pudieran pedirles a las viajeras. Así pues, recordando una experiencia poco grata de hace 15 años en el aeropuerto de Houston, donde hizo escala para viajar a Australia, le empacó a mi mamá hasta el registro de matrimonio. ¡DE VERDAD!

Nos burlamos.

“Más vale prevenir que lamentar”, se defendió el papá.

Y cual presagio de lo que iba a pasar al día siguiente en Eldorado, y a pesar de tanto “por si las moscas” se nos pasó un detalle crucial.  Efectivamente hubo un contratiempo de última hora: las cartas de invitación (llevaban 3; dos de ciudadanas españolas y una del gobierno de Navarra, firmadas con lapicero azul y acompañadas con respectivas copias del DNI de quienes invitaban) no estaban autenticadas.

El asunto no fue por falta de investigación, sino más por falta de claridad en la información. Pecamos de inocentes y las cartas fueron enviadas por email sin ningún sello de ningún notario. La verdad es que no sé decirles qué es exactamente lo que piden o cual es el proceso de autenticación que hay que hacer con las cartas desde España, porque la facilidad con que resolvimos el asunto fue proporcional al susto: en el counter de Avianca les dijeron que como las cartas no valían, necesitaban una reserva de hotel en Madrid para la primera noche, donde aparecieran sus nombres y pasaportes.

Procedimiento que sigue a la llamada desesperada por whatsapp tipo “¡¡¡Que las cartas no sirveeeen!!!”: *GOOGLE: Hostales en Madrid. Habitación privada para dos. Elegir. Pagar. Confirmación de la reserva en gmail* ¡Y listo! Embarcaron, y cuando la hija mayor (*yo*) se estaba subiendo al primer metro del día para ir a buscarlas, recibió una llamada de un número desconocido y al contestar escuchó una voz familiar que la despertó –y por ahí derecho a todos los del vagón-: “¡¡¡Mi negritaaa bonitaaaa, buenos días desde Madrid!!!”

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…Y como a mi me faltaba una hora y cuarto para llegar, las colombiajeras se fueron a buscar un sitio para tomar tinto. Primera recomendación para colombiajeros en España: un tinto en España es un vino de uvas tintas, o como se dice en cristiano: “rojo”. Al pedir un café, asegúrense de estar ordenando lo que realmente quieren tomar; un espresso –pequeño y concentrado-, un americano o largo –espresso diluido en una mayor cantidad de agua-, o un macchiato, cappuccino, latte o mocha si lo prefieren con leche, chocolate u otros sabores. Este es un punto decisivo en todos mis viajes y usualmente lo que más extraño de Colombia. Si en India pedía un “café” sin más especificaciones, siempre me servían un café con leche y mucha azúcar, mientras aquí recibo un espresso (no muy bueno, todo sea dicho) ¡y obviamente quedo a medias!

Volviendo al cuento: palabras más, palabras menos, mi mamá y mi hermana  recibieron un trato amable en Inmigración, y todas las personas en Barajas fueron “queridísimas, queridísimas, queridísimas” (respuesta textual). Simplemente les pidieron el pasaporte, mostraron la reserva del hostal, las cartas de invitación, el tiquete de regreso, y contaron a qué venían. Al día siguiente ya estaban en el País Vasco, y en estos momentos deben ir por el sur de Francia, sin ningún contratiempo y cero jetlag, porque como dirían mi papá, tíos, tías, primos, y cualquiera que las conozca bien:“¡Qué verracas pa tener cuerda!”.

P.S: ¿Creyeron que los iba a dejar sin ninguna información sobre las cartas de invitación? ¡Ni más faltaba! (Es que se me tiraba el hilo dramático conductor de la historia) En la página del gobierno de España encontré una información que puede ser útil, sin embargo pido a otros colombiajeros que sí hayan hecho bien la tarea, que nos cuenten cómo es el procedimiento.  

 

Carta de invitación para viajar a España