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Viajar se ha convertido para mí en aquella canción que por más que la escuche, la cante, la baile, la respire y la sienta, se mantiene en mi cerebro, sin importar las veces que cambie la lista de reproducción y la cantidad de canciones nuevas que escuche, ha calado en cada fibra de mi cuerpo de tal forma que el tiempo se desvanece al escucharla de nuevo y despierta la misma emoción de siempre.

Los sonidos de cada ciudad, el latir de cada país, la voz de cada persona con la que he tenido la fortuna de cruzarme, los silencios de cada ruta, los días frenéticos y los días de calma han creado la banda sonora con la que se mueven mis pies y el ritmo con el que se mueve mi espíritu, así que cuando preguntan el porqué de esta aventura no tengo más respuesta que ¿por qué no?

Después de 365 días, y más de 12.130 kilómetros recorridos, no he encontrado una forma más reconfortante de derribar prejuicios y estereotipos acerca del mundo y a la vez del país que me vio crecer y del cual me siento orgullosa, Colombia.

Hace un año decidí que la vida es muy corta para no hacer lo que me apasiona, que unos cuantos días al año no son suficientes para ver el mundo y más que eso, para ser parte y vivir en él, para mezclarse con la gente, la cultura, los colores, los sabores, las costumbres y los matices de cada lugar. A partir de este hecho y en conjunto con mi novio y compañero de viaje Nicolás, desarrollamos el término ciudadano itinerante, el cuál define a aquella persona que trasciende la experiencia de turista y se involucra de tal forma que se convierte en un ciudadano más.

Con el pasar de los días, cada persona que conozco, cada historia que escucho, cada experiencia y cada lugar que visito me demuestran que un pasaporte es solo una libreta con datos y sellos, que no define quiénes somos y de lo que estamos hechos, que las fronteras como los miedos son límites imaginarios que nos hacen creer que no podemos ir más allá sin autorización o sin un proceso desgastante, aburrido o traumático, cuando la realidad es que la persona que menos imaginas es la que está dispuesta a darte una mano sincera a cambio de una sonrisa.

Así que, por favor, sal, viaja, comete el mundo y deja lo mejor de ti en él, no necesitas tener millones en una cuenta para hacerlo, solo necesitas curiosidad, disposición, humildad y una maleta ligera, te darás cuenta que tu cabeza y tu espíritu se llenarán de experiencias, recuerdos y personas increíbles, el mundo se abrirá ante tus ojos y veras su gentileza y grandeza.

Y si no te atreves por temor, recuerda “El miedo es como una canción de una sola nota”, así que te pregunto, ¿Estás dispuesto a escuchar la misma nota por el resto de tu vida?

Soy Kelly Beltrán, aunque para fines prácticos K es suficiente, y mi estado actual es Ciudadana Itinerante

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