Igual que muchos otros que escriben en este blog, hace más de un año, renuncié a mi trabajo, me convertí en otro nómada digital que viaja por el mundo, las razones para dejarlo todo e irme de viaje eran más que las que tenía para quedarme. Pero ahora, te quiero hablar de un viaje que hice hace ya algún tiempo a mi país favorito de América, a ver si adivinas que país es.
En Octubre 2011 tuve la gran suerte de viajar a Colombia. “Andaba de paseo”, como dicen ustedes, por América. Durante 8 meses recorrí acompañado por la que era mi novia, Hanna, 10 países de Latino América.
Cuando andaba preparando el viaje, ni pensaba en la posibilidad de viajar a Colombia. En aquellos tiempos se oían aún demasiadas historias feas que por suerte ya casi son cosas del pasado.
Empecé a bucear por foros y blogs con el objetivo de ver que lugares visitar durante los 8 meses de viaje. Una y otra vez me encontraba con la misma historia, mucha gente, hablaba de que Colombia había sido el país que más les había gustado. Además decían que se habían sentido seguros y que era muy lindo.
Así que reservé 1 mes para pasear por Colombia.
Meses antes de salir de viaje conocí a dos chicas colombianas en Mallorca, y ya observé la actitud de los colombianos. Me enseñaron a hablar costeño y caleño para que me entendieran bien por allá y me prometieron que me ayudarían pasándome contactos de amigos.
Podría escribir un libro de aquel mes de viaje, pero les voy a dejar con 7 reflexiones, alguna con historia incluida, de lo que yo me llevé de este país.
Colombia, el peligro es que te quieras casar
En Costa Rica ya conocí un pedacito de Colombia. Un amigo de una de las chicas que había conocido en Mallorca nos pasó a recoger.
No lo conocía más que de una foto de Facebook en la que “el man” salía con un rifle en la mano. Yo ni le dije nada a Hanna por si se preocupaba. Pero el que se preocupó fui yo cuando lo vi salir del carro con vidrios tintados.
En la guía había leído que nunca subieras a un coche con vidrios así en Latinoamérica y este era nuestro primer día. ¿Dónde tendrá el rifle? Nos va a secuestrar fijo, pensaba yo.
Del aeropuerto de San José nos llevó a su casa, dónde nos quedamos unos días, después nos buscó una habitación con otro amigo colombiano. Desde el primer día nos hicieron sentir parte de la familia.
Jader, así se llamaba “el pelao” de Armenia, era un cachondo, como decimos en España, o muy querido como dicen allá, le decía a Hanna, que cuando llegara a Colombia me tenía que poner como a los caballos, anteojeras, para que no pudiera mirar a los lados.
Esto fue lo que me recibió al llegar a Colombia y entonces, entendí que quería decir Jader cuando decía que tenía que ir como los caballos, que efectivamente el peligro en Colombia es que quieras casarte.

Así me recibió Colombia
Los paisajes más bellos
No solo las mujeres son bellas en Colombia. Algunos de los paisajes que vi allí, se quedaron para siempre grabados en mi retina.
El valle de la Cocora en Salento me parece uno de los lugares más mágicos que he visitado en mi vida.

Valle del Cocora
Caminamos por la montaña hasta llegar a la cima donde pudimos observar a los colibríes. Era la primera vez que veía estos pájaros. Ahora son mis favoritos. Allí tomamos el famoso chocolate caliente con queso.

Colobrí, el pajaro más lindo
Los pueblitos de Santander, la jungla adentrándose en las playas de Tayrona, la ciudad colonial de Cartagena, el desierto de La guajira, la nieve del Nevado del Ruiz. Todos estos son lugares increíbles, que parece mentira que estén todos en un mismo país.

Atardece en el Cabo de la vela
La gente más querida
Una mañana paseando por la playa de Taganga, apareció Mingo, un pescador que nos empezó a contar historias de cómo era ese pueblito de pescadores años atrás, antes de la llegada de los israelíes y el resto de turistas.
Mingo era todo un personaje, al final de la tarde nos dijo que por un módico precio nos llevaría a su casita en una playa llamada Bonito Gordo dentro del parque de Tayrona.
A la mañana siguiente apareció Mingo sonriente, guiando el grupo formado por una pareja de ingleses, Hanna y yo.
Mingo practicaba su inglés, lo único es que solo sabía una palabra, “motorboat” así que, eso le decía al inglés una y otra vez, como para incluirlo en la conversación.
Mingo nos llevó en una camioneta hasta un lugar y después nos lideró por la selva, cortando ramas con su machete, mientras alternaba su interpretación de canciones de Julio Iglesias y Carlos Vives.
Nos contó historias de infidelidades, de matrimonios con hijos fuera de la familia, aventuras de narcos, este personaje si que debía salir de un libro de Gabo, pensaba yo todo el tiempo.
En su casa cocinó el pescado frito y por la tarde sus amigos vinieron en el “motorboat” para recogernos.Volvíamos hacia Taganga, al caer el sol viendo la jungla desde el mar, y escuchando la conversación de estos hombres de mar que para mi eran personajes de novela.

Los amigos de Mingo, o los “Amingos”
Realismo mágico
Una de las principales razones por las que siempre quise viajar a Colombia era porque había leído todos los libros de Gabriel Garcia Marquez, “El amor en los tiempo del cólera” es probablemente mi libro de ficción favorito.
Hacía poco que se había abierto su casa museo en Aracata, así que para allá fuimos.
Como el transporte no era muy fácil, decidimos alquilar un taxi en Taganga para que nos llevará allá, y luego nos dejara para tomar el bus que nos transportaría hasta Cartagena.
El taxista era todo un personaje. Nos estuvo contando los trapicheos que tenía que hacer para pagar la universidad de sus dos hijas, mientras sonaba Vallenato en la radio del carro.
En un momento dado, llegamos al bus para comprar el boleto, dejamos las mochilas en el taxi y fuimos para el bus. Compramos los boletos y al darnos la vuelta el taxi ya no estaba allá. Fueron momentos de tensión.
Yo no me podía creer que ese hombre que parecía tan simpático nos hubiera robado todo. Corrimos sin saber hacía donde, mientras el bus se iba sin nosotros.
De pronto, vimos a lo lejos una gasolinera, allá estaba el taxista tan tranquilo cargando el depósito de gas. Corrimos hacia él y el señor nos vio llegar extrañado. Entonces se dio cuenta, las mochilas estaban en su maletero.
Nos dijo que subiéramos y como en una persecución de una película de 007 , adelantando a todos por la carretera paralela a la Cienaga, dimos alcance al bus, y le cerramos el paso para que parara y podernos subir.
Aquello fue realmente una aventura, lo bueno es que recuperamos la confianza que durante unos segundos habíamos perdido.

Zona Bananera
El servicio bacano
“A la orden”, “que tenga un buen día”, “¿Cómo esta el señor?”, “¿Cómo ha pasado?”, “que vaya bien”.
Un mes en Colombia y cada vez que entraba a un restaurante o a un hotel me sorprendía la amabilidad en el servicio en cada lugar de Colombia.
Como mochileros viajando íbamos a lugares más bien baratos, pero el servicio siempre fue excelente.
Cuando uno llega desde España este hecho le llama bastante la atención.
La última noche volvíamos en taxi al hotel, cuando el taxista nos preguntó qué tal la rumba en Medellín. “No, salimos de rumba le dije yo”. Craso error, se giró, me miró desafiante y me dijo, con todo su acento paisa: “¿Pero que está diciendo?, ustedes tienen que salir de rumba, pues. Esto no puede ser”. “Estamos cansados contesté yo”. “Pues, ya dormirán otra vez pero yo les llevo a Parque Lleras, les espero y luego les llevo a casa, pero no se pueden ir de acá sin rumbear”.

Willy del Quindio
Pocos turistas
Cada vez son más los turista que van a Colombia, y más que van a llegar, pero son todavía pocos comparados con otros países de la región. Eso le hace a uno sentirse importante.
En cada buseta y en cada lugar que visitábamos había siempre una conversación como esta. “¿Y de dónde son?” – “de España”. “Ahhh! de España, pues allá anda mi primo Andrés, en Madrid, es taxista, ¿Lo conoce?”. “No, creo que no”.
“¿Y para donde van?” “Para Medellin”, “ahhh pues allá tienen que ir al restaurante de mi primo Andrés (¿Cuantos primos Andrés puede tener un colombiano? me preguntaba yo), ahora le llamo para que les preparen una mesita y les den algo rico de comer.
Yo moría de la risa y no me podía creer que la gente fuera tan hospitalaria.

Entrevista en el Nevado del Ruiz
El humor colombiano
Aeropuerto de Medellín, control de salida, camino al avión que nos llevaría a Quito.
Paso el control de seguridad sin problema y cuando me volteo, Hanna había desaparecido. Allá al lado, había 4 militares colombianos, chicos jóvenes aburridos bromeando entre ellos. Yo, preocupado miraba hacía atrás intentado encontrar a Hanna, ya no podía volver.
De pronto uno de los militares me ve preocupado y me pregunta “¿Todo bien?” “Pues no”, le digo yo, “mi novia estaba ahí detrás”. “No se preocupe, la estarán revisando”, contesta él. 5 minutos más, que a mi me pareció una hora, Hanna seguía sin salir.
Entonces el militar me dice –“¿Pero, cuál es el problema pues?” y yo le contesto que me había quedado sin novia. Él me dice, “No importa, esto es Colombia, esta lleno de mujeres bonitas”. Yo alucinado le digo “ya, pero yo me voy a Ecuador”, y el otro me contesta, “A no, pues vuelva a Colombia y encuéntrese una mujer”. “No, no”, le decía yo sin saber si reír o llorar, “yo quiero a la mía de vuelta”.
Finalmente Hanna salió sonriente, suerte que hacia poco habíamos visto la película “María llena eres de gracia” y sabía lo que estaba ocurriendo. Me despedí de los militares mientras ellos se reían y yo le contaba a Hanna el momento tan divertido.

Licuado sin azúcar en la costa = Misión imposible
Al volver del viaje fui a vivir a Madrid, y cada vez que subía en el taxi de un Andrés, le preguntaba de dónde era, Medellín, Bogotá, Cali o Barranquilla, no importa, un Colombiano siempre está dispuesto a conversar y más cuando le dices que has visitado su tierra y que quizás conociste a su primo.
Desde entonces he pasado tiempo con colombianos y colombianas y puedo decir que no sé si yo en otra vida fui Juan Valdés, pero si que sé que los colombianos son bien queridos y que estar con ellos es full bacano.
Como dice Fonseca en una de sus Canciones, “mira que hay un espacio en el alma que solo se llena de ti”
No se cuando será el momento, pero estoy convencido de que volveré a Colombia a visitar otros lugares, el oriente, el pacífico, Cali, el valle del Cauca y quizás para trabajar un tiempo en Medellín, Bogotá o Barranquilla.
Desde entonces cada vez que alguien me ha preguntado: qué fue lo que más te gusto de América Latina, yo he contestado lo mismo: Colombia. Y cuando preguntan porqué, les digo porque son la gente más chévere que he conocido nunca.
BIOGRAFIA
Francisco Fortuno es coach y nómada digital. Escribe sobre desarrollo personal y espiritualidad en su blog, además te regala su libro con 17 ideas que pueden cambiar tu vida